miércoles, 11 de abril de 2018

DISCURSO FINAL DE LA PELÍCULA “EL GRAN DICTADOR”



Por: Charles Chaplin, 1940.


Lo siento.
Pero... yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.

Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

Soldados: No os entreguéis a esos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.

Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.

Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.

Soldados: No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres..." Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

Soldados: En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

Imagen, en: athinorama.gr

Transcripción: Por Claudia Torres Arango, para Revista Civismo 474 de la SMP de Manizales.

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CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA




Por: Claudia Torres Arango*

Ante los acontecimientos, que a diario nos golpean en el país, corrupción y violencia provocada por varios actores como guerrilla, paramilitares, Estado, y algunos políticos, empresarios y personas que la ejercen de una u otra forma, cabe preguntarse qué se precisa para construir ciudadanía forjada en valores y comprometida: se requiere entre otros elementos, de un sistema democrático que garantice los derechos y libertades individuales de todos los ciudadanos y ciudadanas, sin distingo de raza, sexo, lengua, religión o cualquier otra condición económica o social; y también, del reconocimiento de leyes concretas abran los espacios jurídico para garantizarle al ciudadano en la práctica lo anterior. Si se quiere hablar de ciudadanía y de civismo, debemos hablar de los deberes cívicos más que de los derechos cívicos.

Al respecto en 1997 el Consejo de Europa, y la Unión Europea, impulsaron un  Proyecto de Educación Ciudadana para la Democracia, cuyo objetivo principal era contribuir al desarrollo de un conjunto de prácticas y actividades orientadas a hacer de la gente joven y adulta personas equipadas para participar activamente en la vida democrática, asumiendo y ejerciendo sus derechos y deberes dentro de la sociedad y a formar ciudadanos responsables e informados en el contexto de la integración europea, y aunque se trata de otro contexto para nuestro caso los tres objetivos principales del proyecto (1), tienen validez:

1. Proveer a los ciudadanos del conocimiento, las habilidades y las competencias necesarias para la participación activa dentro de una sociedad civil democrática.
2. Crear oportunidades para el diálogo y el discurso, para la resolución no violenta de los conflictos y el consenso, para la comunicación y la interacción.
3. Estimular la conciencia de los derechos y las responsabilidades, de las normas y los valores, de las cuestiones éticas y morales que existen dentro de la comunidad.

Para el ejercicio activo y responsable de la ciudadanía y el civismo, Luis María Cifuentes resalta cuáles son estos deberes (2):

La obligación de estar informado: el miembro de una sociedad democrática tiene que saber lo que sucede en la sociedad en la que vive. La lectura crítica de lo que informan los medios de comunicación haciendo uso de las nuevas tecnologías, quienes tratan de influir en las decisiones políticas y en la formación de la opinión pública, proporcionando muchos datos sobre la situación de cada país.

Asociarse para la defensa de los legítimos intereses de los diferentes grupos humanos: dado que la mayoría de la población se encuentra en una sociedad que es desigual e injusta, el derecho de asociación es básico y fundamental en todas las democracias. La participación es un principio esencial en los actuales sistemas democráticos donde los derechos de las personas que tienen intereses compartidos deben ser defendidos colectivamente, con la fuerza del derecho y con la unión de todos los interesados. La asociación política, sindical, vecinal y deportiva, entre otras, muestra la vitalidad de la democracia, y debe ser potenciada en todas las democracias, en razón a que los partidos políticos no son el único cauce asociativo de que disponen los ciudadanos. La obligación de participar en la vida pública de un país, no se puede circunscribir solamente a ser miembro de un partido político o a ejercer el derecho al voto; tiene otras muchas formas de expresión. La política no es simplemente la convocatoria de elecciones periódicas, debe ser ante todo un servicio desinteresado a los ciudadanos.

El ejercicio de una solidaridad responsable: a nivel nacional e internacional, la economía es interdependiente y no puede entenderse la ciudadanía democrática ni la construcción de un civismo de calidad, cuando existen millones de personas que viven en condiciones de miseria y de pobreza, ya que la dignidad de todos los seres humanos es idéntica e igual para todos. Por eso la solidaridad es un deber moral y político, que tiene que superar la actitud paternalista con que muchas veces se enfoca este tema. La Declaración Universal de los Derechos Humanos exige tratar dignamente a todos, ayudar a que el ser humano se desarrolle como tal, con todos sus derechos y libertades, lo que no será posible mientras millones de personas vivan por debajo de su humanidad.

La ecología: Los seres humanos debemos tomar conciencia de que el ecosistema es un bien frágil, inalienable y de interés común, donde los recursos son limitados,  y de que con el actual modelo de desarrollo el planeta está en peligro, y con él también la supervivencia humana. Los Informes del Club de Roma, y luego los de prestigiosos científicos, entre ellos el Panel Internacional del Cambio Climático, IPCC (3), detallan con claridad en qué consiste el grave deterioro del medio ambiente. Por eso, se debe dar un giro a las políticas y al modelo económico hacia un tipo de desarrollo sostenible. Ese giro es un deber cívico y de ética ecológica, que si no se ejercita a tiempo, ya que se han generado daños irreversibles a todos los seres vivos, con perjuicio para grandes grupos humanos.

Es entonces necesaria la educación para la ciudadanía, no sólo como teoría, “sino que son ante todo una práctica, un saber hacer, un saber vivir” (2), son valores que se inculcan desde la infancia, más que como una materia esta educación debe ser referida a los valores y a las actitudes que deben impregnar de modo transversal todo el sistema educativo.

En la coyuntura actual como es el caso de las migraciones, tanto la que se da en las naciones desarrolladas como en las emergentes, que se reconoce con el nombre de desplazados, se acentúan procesos más profundos que los de la pobreza: los de la discriminación y exclusión de las personas. En los últimos veinte años los desplazados por desastres naturales, que según el Consejo noruego para los refugiados (2014) ascienden a 200 millones de personas, han triplicado los que se generan por conflictos bélicos, sociales y políticos. Para semejante problemática, la ley debe reconocer los derechos y libertades individuales, y por lo tanto la sociedad debe adquirir un carácter cosmopolita como fundamento para la convivencia, soportado en el reconocimiento de los derechos y libertades humanas, pero sin menoscabo del cumplimiento de los deberes de todos los ciudadanos, sin discriminación de ninguna naturaleza.

En este caso Luis María Cifuentes Pérez dice:

El pluralismo es compatible con una sociedad abierta y es inseparable de la democracia, ya que el pluralismo político conlleva también  el pluralismo moral y religioso de los ciudadanos en un sistema de derechos y libertades individuales. El libre ejercicio de los derechos y de las libertades de cada individuo es consustancial con la democracia y con el Estado de Derecho. En las democracias occidentales la ley es el último y definitivo instrumento que define las conductas legales o ilegales de las personas. Si no se respeta la ley, la convivencia pacífica se torna inviable, imposible; aunque la ley no sea todo lo justa que uno desearía, no existe, sin embargo, mejor alternativa que las leyes para controlar racionalmente la conducta de los individuos y de las corporaciones. Es siempre mejor, la fuerza del derecho que la ley del más fuerte (2).

En el mundo actual la base de los conflictos, tiene sus raíces en la desigualdad económica y social en un escenario globalizado, señala Luis María Cifuentes, que alrededor de un 20% de la población mundial dispone de un 80% de los recursos mundiales, lo que inhabilita en la práctica a millones de desposeídos para acceder no sólo a sus necesidades básicas, sino también como lo señala Cifuentes,

a los derechos y las libertades propias de un ciudadano, si es que por ciudadanía se entiende algo más que el mero reconocimiento formal y jurídico de derechos y libertades individuales. La ignorancia, la opresión, el hambre, la miseria y las enfermedades endémicas son lacras reales que impiden a muchas personas en todo el mundo ser tratados como verdaderos ciudadanos y como seres humanos dotados de dignidad personal y de capacidad para desarrollarse humanamente (2).

De lo descrito antes se desprende que para ejercer la ciudadanía de una manera real y plena, no se puede partir de un reconocimiento formal y jurídico que encubra la imposibilidad práctica del ejercicio de los derechos y libertades fundamentales; el ejercicio depende de unas condiciones económicas, políticas y sociales que configuran el estatus de ciudadano. Más que el reconocimiento de unas leyes que preceptúen el derecho a una vida digna, al trabajo y a la vivienda, y de declaraciones de organizaciones como la ONU, la UNESCO, la FAO, que sean sólo retórica, se requiere de unas condiciones mínimas de justicia e igualdad para todos los seres humanos. La conquista de los derechos humanos y de la ciudadanía, ha requerido un largo recorrido histórico; por ello debe educarse para la ciudadanía, algo menos teórico que declaraciones de buenas intenciones.

Y ¿cuál es el rol de la mujer frente a una sociedad fraccionada, inequitativa, carente de valores, consumista e insolidaria? Este no puede ser diferente al del hombre dado que el problema no es de género. Sería tan absurdo como asignar roles diferentes al ciudadano frente a la sociedad, dependiendo de asuntos étnicos, de edad o de limitaciones físicas, así la exclusión esté marcando problemas fundamentales en la sociedad colombiana.

Aún más, el civismo de hoy exige el trabajo propio de una sociedad donde la democracia representativa ha dado paso a las formas de participación directa de la sociedad. Ya no son los tiempos de la gobernabilidad sino de la gobernanza; tampoco los de la planeación cartesiana y vertical, sino los de la planeación participativa que reconoce al territorio como un sujeto y no como un objeto de participación. Razón por la cual desde la Sociedad de Mejoras Públicas invitamos que en lugar de socializar los proyectos de intervención del territorio, estos se construyan con la gente y para la gente, empleando procesos de planificación de carácter participativo. La academia juega un rol importante en la construcción de la civilidad, pero con su ciencia y tecnología no podrá jamás abarcar la sabiduría inmersa en los saberes populares (4), como fuente de conocimiento válido para la estructuración del territorio, entendido como una construcción social e histórica, en donde el hábitat no le pertenece ni a los planificadores, ni a los científicos sociales, ni al administrador público: le pertenece a todos por igual.

Referencias

1.       Estrategias de enseñanza para la educación cívica y ciudadana en el siglo XXI. Universidad de Sidney. Murray Print. Facultad de Educación. m.print@edfac.usyd.edu.au. En: http://www.doredin.mec.es/documentos/01520103000186.pdf
2.       Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Luis María Cifuentes Pérez. En: http://firgoa.usc.es/drupal/
3.       IPCC), Cambio Climático 2001: Impactos, adaptación y vulnerabilidad, en: http://www.grida.no/climate/ipcc_tar/vol4/spanish/pdf/wg2sum.pdf
4.       La dimensión cultural como catalizadora del desarrollo. Duque Escobar, Gonzalo (2011) Circular 601 de la Red de Astronomía de Colombia RAC. http://www.bdigital.unal.edu.co/3287/ 

* Socia Sociedad de Mejoras Públicas, Profesora Contexto CT&S Universidad Nacional.
Artículo para la Revista Civismo 474 de la SMP de Manizales

UNA LABOR DE PAZ




UNA LABOR DE PAZ
Itinerario Breve

Por: Blanca Isaza de Jaramillo Meza

Cuando salgo al encuentro de Esmeralda Arboleda de Uribe, cuya presencia en mí hogar es siempre grata y amable, me quedo admirada de la transformación que se ha efectuado en ella; los largos meses de su obligatorio destierro, la intensidad de sus estudios, su trajín de ama de casa en un país en donde las criadas están sólo al alcanee de los millonarios, la angustia de su patria lejana y sometida a la bota del déspota, le dieron una figura estilizada y fina; ante la ineficacia de los regímenes para adelgazar pudiera aconsejarse a las damas que quieran rebajar unos cuantos kilos el tener, como esta mujer excepcional, un concepto nítido de la libertad, una orgullosa independencia de criterio, un corazón girondino, unas ideas propias y una definida altura de aspiraciones; el vivir bajo la dictadura y sufrir persecuciones por la justicia, ser víctima del atentado personal y afrontar la situación de zozobra que le tocó padecer a Esmeralda Arboleda, deja atrás las más rigurosas normas dietéticas, los más severos regímenes médicos para adquirir una esbelta silueta; esto le ha pasado a ella; está contenta con su nueva estampa; se siente más ligera, más joven, más apta para la multiplicidad agobiadora de su labores.



Esmeralda tiene una envidiable facilidad de expresión; siempre que la oigo me deja sencillamente asombrada con la fluidez y la elegancia de sus palabras; su argumentación es decisiva; enfila las respuestas como escuadrones de batalla; no hay a lo largo de sus conferencias ni una vacilación, ni una falla idiomática, ni una duda respecto a la nobleza de su misión de ilustrar a la mujer sobre los problemas, las responsabilidades y los deberes que le impone el haber conquistado su derecho a votar. Desde su puesto en la Dirección Liberal, ha hecho, al lado de Alberto Lleras Camargo, ese hombre superior, ese estadista insigne cuya palabra de serenidad se alza entre la colérica vocería del odio como una torre de esperanza, una obra patriótica y pacifista que enorgullece a todas las mujeres colombianas; su campaña no es una campaña política sino una alta campaña de paz y de convivencia; ella tiene una fe erguida y firme en la trascendencia de la intervención de la mujer en esta época amarga y convulsiva que estamos viviendo; la mujer con su innato sentido de la justicia, con su generoso corazón, con su entusiasmo desinteresado, con su intuición para hallar siempre el camino seguro hacia el porvenir de fraternidad entre los colombianos, está llamada a realizar ahora, con su derecho a votar, una constructiva labor de patria; nosotras estamos desligadas de compromisos partidistas; desconocemos los tortuosos caminos de las intrigas palaciegas y podemos dar nuestro voto por los más capaces, por los más honrados, por los que lleven con dignidad la bandera de la patria, de esta patria martirizada por la violencia, ensombrecida por el humo de los incendios, avergonzada ante los extraños por la presencia impune de los violentos, entregada indefensa a la codicia de los traficantes sin decoro.



No es posible quedarse al margen de este anhelo de restauración, ser indiferentes, con una indiferencia culpable a los dolores de la patria; sobre el panorama desolado empiezan a soplar los vientos tonificantes de la nueva concepción política, del nuevo estilo de concordia; la presencia de la mujer en el Senado, en la Cámara, en las Asambleas, en los Concejos Municipales será un factor decisivo para el progreso del país, para conseguir la expedición de leyes que salvaguarden la familia, para lograr el ideal de la educación gratuita y obligatoria, para adquirir mejores condiciones de vida para los humildes. Los tiempos son aciagos y la mujer no tiene derecho a desentenderse de sus deberes; en todos los campos de la actividad ciudadana, ella ha dado pruebas de su capacidad intelectual, de su consagración al trabajo, de la eficiencia con que sabe desempeñar labores que antes se consideraban del dominio absoluto de los varones, de su generosidad y de su criterio de rectitud y de justicia; ya hemos visto cómo en Italia las mujeres pusieron con sus manos finas una barrera que logró detener el avance inquietante del comunismo.

Todas estas cosas son triviales pero cuando las dice una mujer como Esmeralda Arboleda adquieren mayor relieve y más trascendencia histórica; su fe es confortante; su entusiasmo contagia a quienes la escuchamos con sereno espíritu; apreciamos ante su argumentación clara e indestructible como un diamante, la importancia del derecho que se nos ha concedido y la obligación que tenemos de no ser inferiores al momento que vivimos, de contribuir con los medios que se ponen a nuestro alcance a lograr para Colombia una necesaria y urgente tregua de paz política, una justa distribución de los puestos públicos, unas aceptables condiciones de vida para las clases sin fortuna, ya que todos pagamos las contribuciones y ha sido norma de nuestro viciado sistema Político considerar el poder como un modo fácil de saldar compromisos y repartir premios a los más hábiles electoreros.
Todas las mujeres de Colombia debemos unirnos en una misión de paz; la violencia pasa como un ciclón rojo sobre los campos promisorios y las aldeas pintorescas; los hombres han predicado el odio, nosotras pondremos en vigencia los postulados de la fraternidad; hemos de luchar al lado de los buenos para que este oleaje de muerte y de espanto se anule contra los diques del mandato evangélico. Sobre el dolor de los caídos, sobre el llanto de los niños y la queja angustiosa de las madres, alzaremos la estructura armoniosa de la nueva República.

Fuente: Revista Manizales, Volumen XIX. Número 204. Mayo, 1958.
Reproducción: Revista Civismo 474 de la SMP de Manizales.