viernes, 11 de septiembre de 2009

Sector rural, más pobreza y más indigencia



La República. Bogotá. 11-09-2009

José Félix Lafaurie

¿Cómo explicar que mientras en las ciudades el nivel de población en condición de pobreza esté alrededor de 40 por ciento, en el campo sea del 65 por ciento?

¿Cómo justificar que en las urbes la pobreza haya descendido 8,5 puntos porcentuales y en los campos sólo 4,1 puntos entre 2002 y 2008? ¿Dónde quedaron esos buenos crecimientos económicos que registró el país en el pasado quinquenio?


Pese a las buenas noticias a que nos tienen acostumbrados los hacedores de estadísticas, y que en esta oportunidad nos señalan que los colombianos amanecimos, por el arte de la metodología, menos pobres y menos indigentes, lo cierto es que detrás de los indicadores nacionales existe una realidad que no se puede ocultar: El nivel de pobreza en el campo se mantiene en niveles exorbitantes y la indigencia, lejos de reducirse, cada día aumenta.

Es la prueba fehaciente de que las políticas de desarrollo no han contribuido a cerrar la brecha social entre la ciudad y el campo. En 2002, la diferencia en la medición de pobreza era 21 puntos porcentuales y en 2008 era 25,4 puntos porcentuales, en tanto que la indigencia aumentó en ese mismo período 5,2 puntos porcentuales, al pasar de 27,4 por ciento a 32,6 por ciento (en las ciudades pasó de 40,3 por ciento a 30,7 por ciento).

En número de personas, de 11 millones que habitan el campo, 3,6 millones viven en condición de pobreza, es decir que sus ingresos no alcanzan para adquirir una canasta básica de bienes y servicios que tiene un costo de 270.000 pesos al mes por persona.

Otro número similar vive en condición de indigencia, lo que no permite acceder a una canasta cuyo costo es 117.000 pesos mensuales. El resto de personas, 3,8 millones, integra la población de ingresos medios y altos. Las cifras demuestran que las condiciones del campo son cada día más difíciles, como lo refleja la situación de muchos de nuestros ganaderos que a duras penas alcanzan a subsistir. Veamos:

De acuerdo con el censo que arroja el Programa Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa, ejecutado por Fedegán, 82 por ciento de los ganaderos (401 mil) tiene menos de 50 animales por predio. Este numeroso grupo desarrolla una actividad de minifundio, en la que el sustento diario de muchas familias depende de los litros de leche que produzca.

El ingreso promedio para este grupo de ganaderos no pasa de 15.800 pesos al día (19 litros al día), con lo cual no logra reunir al mes un salario mínimo. Con este ingreso debe atender las obligaciones del hato y, al mismo tiempo, sostener la familia. Son, además, pequeños productores que carecen de servicios sociales, amén de su dispersión geográfica. ¿Qué se podría pensar de más de 232.668 productores que tienen menos de 10 animales y que en el mejor de los casos ordeña tres vacas para obtener en total 12 litros/día?

Las nuevas cifras de pobreza e indigencia advierten la insuficiencia de un modelo de desarrollo que habilita factores de iniquidad entre el sector productor y el sector transformador, como lo demuestra el reciente caso de la leche en el que los transformadores dejaron de recoger el producto, y la limitación de apoyos eficientes, como recursos financieros, lo cual explica en parte el deterioro de las condiciones sociales del campo. El sector agropecuario requiere más apoyo y más capital para hacer frente a su enorme responsabilidad de producir alimentos para el mercado interno y procurarse un lugar competitivo en el concierto internacional.

Imagen en: www.artelista.com

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