Por Gonzalo Duque-Escobar*
Estos ecosistemas únicos de gran valor por su biodiversidad y como
reguladores del ciclo hídrico y fuentes de estabilidad climática, podrían
desaparecer en Colombia donde el modelo de ocupación del suelo entra en
conflicto con su frágil estructura ecológica, en especial por la ganadería y el
urbanismo como factores disipadores de su atmósfera húmeda y brumosa.
Si queremos preservar los escasos relictos de dichas selvas nubladas
que en Colombia llegaron a sumar 9,7 millones de hectáreas, de las que solo
resta la cuarta parte, habrá que mitigar el riesgo frente a la amenaza
antrópica mediante acciones judiciales efectivas, y de protección, recuperación
y adaptación al cambio climático.
De lo contrario, los pocos bosques andinos nubosos que aún no hemos
arrasado, y que aparecen entre 1.800 y 3.000 msnm, en mayor proporción sobre
las vertientes occidentales de las cordilleras Occidental y Central (caso Río
Blanco), podrían correr la misma suerte de los guaduales del país, poáceas
representativas de nuestros andes tropicales que durante los últimos dos siglos
cambiaron su extensión de doce millones de hectáreas a solo cincuenta mil, 20
mil de estas en el Eje Cafetero y 6 mil en Caldas.
Se estima que solo el 2,5% de los bosques tropicales del mundo son
nublados. Allí, el aire proveniente de regiones bajas, húmedas y cálidas aporta
humedad, que en lugar de precipitarse se condensa garantizando la vida de
especies que dependen de un ambiente de saturación hídrica perdurable. De ahí
la gravedad del daño que suele ser irreversible cuando se alteran los ciclos
biogenéticos, en estos ecosistemas montanos de nuestros andes, considerados
fundamentales para el mantenimiento de las fuentes de agua y como sumideros de
carbono, y complemento del banco de germoplasma por sus plantas silvestres
tropicales parientes de especies domesticadas.
Bosques de niebla en el Eje Cafetero
En la región andina estos frágiles ambientes húmedos caracterizados por
la neblina perenne son un portento, ya por la biota propia con variedad de
epífitas, musgos, líquenes, hongos y helechos; ya por la alta riqueza de
anfibios con 121 especies en la Cordillera Central, 118 en la Occidental y 87
en la Oriental, (Cavelier et al. 2001); ya por las especies endémicas y en vía
de extinción que albergan gallarias, tucanes, dantas de páramo, tapires, osos
de anteojos, palmas, credelas y prunas.
Según el Instituto Humboldt IAvH, la literatura especializada registra
en el Eje Cafetero los siguientes bosques nublados: Caldas, en Manizales (Río
Blanco) y Aranzazu (El Laurel); Quindío, en Salento (cuenca alta río Quindío y
Reserva Acaime) y Génova (Servia y Mirlas); Risaralda, en Pereira, (Ucumarí,
SFF Otún Quimbaya y La Suiza), Santa Rosa de Cabal (La Selva y la reserva
Campoalegre), Mistrató (Alto de Pisones y El Empalmado), Pueblo Rico (Siato y
PNN Tatamá) y Santuario (Los Planes). Faltarían varios incluidos en áreas
protegidas.
Si dentro del rango de altitudes de tales bosques, aún continúan incidiendo
factores severos que comprometen dichos ecosistemas, cuando se trate de bosques
de niebla vitales, donde la amenaza gravita comprometiendo la prestación de
servicios ambientales esenciales y la biodiversidad, tal cual ocurre en Río
Blanco, Chec y Cocora, por qué no aplicar el principio precautelar y proceder
con una figura de PNN para blindarlos, o en su defecto una declaratoria
haciéndolos sujeto de derechos como alternativa última que les queda a los
bosques de niebla para supervivencia en Colombia, y luego retomar el programa
del IAvH (2007) trazando nuevas metas de conservación y uso sostenible de la
biodiversidad, a la luz de las nuevas problemáticas de nuestros bosques
tropicales nubosos en la región andina, para actualizar la información sobre biodiversidad,
y reformular las políticas y metas que tenían alcance al 2010.
Lo anterior permitiría, controlar los factores que los continúa
diezmando, e incorporar la amenaza del cambio climático no contemplada entonces
por el IAvH, como fenómenos determinantes de primer orden para la pérdida de
biodiversidad y el deterioro de los servicios ambientales, en áreas de baja
altitud vecinas a centros urbanos importantes de las cuencas más degradadas de
la región andina, que es donde persisten las actividades y cambios de uso del
suelo que conllevan los impactos severos sobre los bosques nublados, con
potenciales perjuicios que hoy se extienden desde las selvas subandinas hasta
el páramo.
Bosques como sumideros de carbono
Si al comienzo de la Revolución Industrial la concentración de CO2 en
la atmósfera, era del 0,028%, y a principios del siglo XXI llega 0,037%, a
pesar de que en los ambientes tropicales húmedos, los bosques pueden almacenar
de 10 a 15 toneladas de carbono por hectárea al año, el sistema forestal por sí
solo no puede resolver el problema del calentamiento global.
Gracias a la fotosíntesis, las formaciones vegetales actúan como
sumideros: se estima que por km2 de bosque se generan mil toneladas de oxígeno
al año, y que una hectárea arbolada urbana produce al día el oxígeno que
requieren seis personas.
Según la FAO, mientras en los bosques tropicales, los sumideros de C en
el suelo contienen entre 60 y 115 ton C/ha y en los sistemas agroforestales
entre 30 y 50 ton C/ha, en los trópicos, los sumideros superficiales, contienen
entre 60 y 230 ton C/ha en bosques primarios, y entre 25 y 190 ton C/ha en
bosques secundarios.
Finalmente, como consecuencia de la deforestación y la degradación de
los ecosistemas, los bosques tropicales están emitiendo alrededor de 425
teragramos de carbono anuales. Incluso, algunos bosques en Suramérica, África y
Asia, pasaron de retener carbono a emitirlo.
Según estudio publicado en Science, de la Universidad de Boston y del
Centro de Investigación de Woods Hole, mientras Latinoamérica aporta cerca del
60% de las emisiones, en África la cifra es de 24% y en Asia del 16%.
El caso de la RFP de Río Blanco
La Reserva de Río Blanco, un bosque de niebla que le provee servicios
ambientales fundamentales a Manizales, y un ecosistema biodiverso destinado a
la conservación de especies endémica, vulnerables y en riesgo de extinción,
está gravemente amenazada por usos conflictivos del que persigue captura la
plusvalía urbana.
Sí como sumidero del CO2, y regulador del clima y del régimen
hidrológico se altera el ecosistema en Río Blanco, consecuencia de una “ jungla
de concreto” para 10 mil habitantes que incorporaría una huella ecológica de 20
mil hectáreas invadiendo su anillo de protección, entonces se le estará
sustrayendo a los predios La Aurora y Betania ubicados en el Anillo de
contención su Función Amortiguadora que requiere la Reserva Forestal Protectora
de Río Blanco a costa del frágil ecosistema y de los servicios ambientales de
Manizales, vulnerado además de los derechos bioculturales del territorio, la
Ley 388 de 1997 que en su Artículo 2. Lo anterior, dado que además de estar
socializando los costos ambientales para privatizar los beneficios asociados a
la obtención de la plusvalía, la propiedad ya no cumpliría su función ecológica
y social,
Para prevenir el ecocidio provocado por obras de urbanismo intensivo
construyendo Tierraviva a solo 140 m de la Reserva, en el predio La Aurora cuya
función amortiguadora resguarda el Decreto 2372 de 2010, Art 31, entonces,
invocando la prevalencia del interés general consagrado en la Constitución
Nacional, Art 1, apelamos al Principio precautorio según el cual, “Cuando una
actividad hace surgir amenazas de daño para el medio ambiente o la salud
humana, se deben tomar medidas de precaución, incluso si no se han establecido
de manera científica plena algunas relaciones de causa-efecto”
* Profesor de la U.N. de Colombia Socio de la SMP de Manizales.
...
...
ENLACES
U.N.:
...
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario